Conocida como "Le Fee Verte" (el “hada verde”), la absenta, bebida alcohólica que fue musa de los artistas bohemios del París decimonónico, fue prohibida en Europa, excepto en España y Portugal, a causa de sus perniciosos efectos tóxicos, aunque renovada y, todo hay que decirlo, más “light”, ha retornado.
En los años postreros del XIX no era difícil ver en tabernas y otros lugares de dudosa reputación a los grandes del arte y la literatura, de Rimbaud a Gauguin, pasando por Van Gogh, Verlaine o Víctor Hugo. La ingestión de aquella bebida de muy alta graduación alcohólica provocaba extrañas alucinaciones, muy inspiradoras, pero también daños neurológicos. Todo esto si se consumían grandes dosis, obviamente.
Así que, si queremos ser fieles a la época, imaginémonos sentados en un café parisino, a finales del siglo de las luces, entre humos y bailarinas, tomándonos nuestra copa de absenta, acompañados de poetas, pintores, músicos, o mejor, caigamos en el embrujo de una escenografía para La Bohème de Puccini. Claro que, tras ingerir semejante licor, puede que nos asaltara el hada verde y nos pusiéramos a pintar, a fin de cuentas se supone que muchas grandes obras de la época surgieron a raíz del consumo enfermizo de absenta, por lo visto estimulaba la creatividad.
Oscar Wilde definió los efectos del Hada Verde así:
“Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”.
En los años postreros del XIX no era difícil ver en tabernas y otros lugares de dudosa reputación a los grandes del arte y la literatura, de Rimbaud a Gauguin, pasando por Van Gogh, Verlaine o Víctor Hugo. La ingestión de aquella bebida de muy alta graduación alcohólica provocaba extrañas alucinaciones, muy inspiradoras, pero también daños neurológicos. Todo esto si se consumían grandes dosis, obviamente.
Así que, si queremos ser fieles a la época, imaginémonos sentados en un café parisino, a finales del siglo de las luces, entre humos y bailarinas, tomándonos nuestra copa de absenta, acompañados de poetas, pintores, músicos, o mejor, caigamos en el embrujo de una escenografía para La Bohème de Puccini. Claro que, tras ingerir semejante licor, puede que nos asaltara el hada verde y nos pusiéramos a pintar, a fin de cuentas se supone que muchas grandes obras de la época surgieron a raíz del consumo enfermizo de absenta, por lo visto estimulaba la creatividad.
Oscar Wilde definió los efectos del Hada Verde así:
“Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”.
Edgar Degas, La bebedora de absenta (1876)
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