Su madre murió cuando él era un niño. Dicen que su espíritu viajero y literario pudo desarrollarse por el hecho de que sólo conocía las palabras de su madre a través de la lectura de sus cartas. Además de que recibió una importante herencia de su abuelo, que le facilitó recorrer gran parte de Europa, sobre todo Italia. Luego, conoció la bohemia parisina. Fue un espíritu atormentado que escribió Aurélia (1955) –una mirada a la locura-, pero se dio a conocer por la traducción de Fausto. Debía ser un tipo extraño y divertido. Paseaba langostas por los jardines de París. Si le preguntaban respondía que todo eran ventajas: “no ladra y además conoce los secretos del mar”. Conoce a una actriz, Jenny Colon. Para ayudarla en su promoción, funda una revista de lujo. Se arruina. Pasea una noche por las calles de París. Se detiene, mira una estrella y se desnuda. “La imaginación humana no ha escrito nunca nada que no sea verdad. Derramamiento del sueño en la realidad”
Tenía 47 años. Ya de joven es considerado un prometedor escritor. Abandona los estudios de medicina y se funde los 30 mil francos de la herencia de su abuelo viajando, en una búsqueda contínua de los paisajes que las cartas de su madre, a la que nunca ha llegado a conocer, le contaban. En uno de esos viajes se enamora locamente de una actriz, la cual se burla del peculiar amor del excéntrico poeta frances.
Vuelve a Francia donde empieza a alternar los vivísimos círculos bohemios parisinos, y se hace miembro del célebre Club del Hachís. Con el paso de los años su espíritu atormentado le gana espacio a su cordura y le obliga a visitar periódicamente el sanatorio de Passy. Después de su útlima salida, Nerval se encuentra desubicado, perennamente triste y abiertamente pobre.
Escribió una carta de agradecimiento a su tía: “No me esperen. Esta noche será blanca y negra”. Y esa noche de enero, elige una sórdida esquina de la sórdida calle Vieille Lanterne para colgarse con un cordon blanco que días atrás enseñó a sus amigos asegurándoles que se trataba de una liga de la reina de Saba. Apareció colgado de una farola en una fría mañana de enero de 1855. Dicen que Baudelaire, al enterarse de su suicidio, acudió a toda prisa al lugar y al verlo colgado exclamó ‘Oh, Gérard, ¿qué has hecho? ¿Por qué no viniste a abrazarme?”.
Tenía 47 años. Ya de joven es considerado un prometedor escritor. Abandona los estudios de medicina y se funde los 30 mil francos de la herencia de su abuelo viajando, en una búsqueda contínua de los paisajes que las cartas de su madre, a la que nunca ha llegado a conocer, le contaban. En uno de esos viajes se enamora locamente de una actriz, la cual se burla del peculiar amor del excéntrico poeta frances.
Vuelve a Francia donde empieza a alternar los vivísimos círculos bohemios parisinos, y se hace miembro del célebre Club del Hachís. Con el paso de los años su espíritu atormentado le gana espacio a su cordura y le obliga a visitar periódicamente el sanatorio de Passy. Después de su útlima salida, Nerval se encuentra desubicado, perennamente triste y abiertamente pobre.
Escribió una carta de agradecimiento a su tía: “No me esperen. Esta noche será blanca y negra”. Y esa noche de enero, elige una sórdida esquina de la sórdida calle Vieille Lanterne para colgarse con un cordon blanco que días atrás enseñó a sus amigos asegurándoles que se trataba de una liga de la reina de Saba. Apareció colgado de una farola en una fría mañana de enero de 1855. Dicen que Baudelaire, al enterarse de su suicidio, acudió a toda prisa al lugar y al verlo colgado exclamó ‘Oh, Gérard, ¿qué has hecho? ¿Por qué no viniste a abrazarme?”.
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